¿Qué tal una siesta? 30 minutos al día mejoran la memoria y la productividad

Las siestas son períodos de sueño fuera de la noche, que es el momento correcto para dormir durante horas seguidas, y se diferencian de un episodio de sueño incontrolable e involuntario.

Para descubrir los posibles beneficios de estas siestas diurnas, los investigadores evaluaron las siestas en 32 adultos quienes, tras la cantidad habitual de sueño nocturno, fueron sometidos a cuatro condiciones experimentales: vigilia y siestas de 10, 30 o 60 minutos en días alternos.

Los científicos compararon el tiempo de sueño mediante polisomnografía (un examen realizado para medir las variables fisiológicas del sueño), para saber exactamente cuánto tiempo se debe dedicar a una siesta de calidad.

Se midieron el estado de ánimo, la somnolencia objetiva y el rendimiento cognitivo de los voluntarios en intervalos de 5 minutos, 30, 60 y 240 minutos después de despertarse de una siesta para evaluar los posibles efectos beneficiosos de esta siesta. Los investigadores también analizaron los impactos de estos minutos de sueño en la codificación de la memoria de los participantes.

Según el estudio, los participantes tardaron entre 10 y 15 minutos en conciliar el sueño. Y los resultados muestran que, en comparación con la vigilia, todas las duraciones de las siestas tuvieron beneficios claros en la mejora del estado de ánimo y el estado de alerta (desde la más corta, de 10 minutos, hasta la más larga, de 60 minutos). Sin embargo, sólo las siestas de 30 minutos tuvieron un beneficio directo en la codificación de la memoria, lo que indica que es necesaria al menos media hora de sueño para mejorar la memoria.

Entendiendo la siesta

Para comprender la importancia de tomar una siesta durante el día, es necesario conocer los mecanismos fisiológicos que nos hacen dormir por la noche. Según la neuróloga Letícia Azevedo Soster, especialista en Medicina del Sueño del Hospital Israelita Albert Einstein, el sueño tiene varias funciones en el organismo, pero la función principal es hacer que nuestro cuerpo recupere la energía gastada durante el día.

“No tomamos energía de ningún lugar externo, la producimos. Nos despertamos llenos de energía y utilizamos esa energía a lo largo del día. Cuando esto sucede, las moléculas de energía [llamadas ATP] se descomponen y se acumulan en el cuerpo. La función del sueño es precisamente reunir y “pegar” nuevamente estas moléculas, para que volvamos a tener energía”, explicó el neurólogo, destacando que se trata del llamado proceso homeostático.

Pero no es sólo por el gasto de energía que dormimos. También dormimos debido a un proceso metabólico -llamado reloj circadiano- que promueve la sincronización del organismo en relación con la luz y la oscuridad del entorno (vigilia y sueño). El tercer mecanismo que nos hace dormir es conductual.

“Dormimos de noche porque se favorece el proceso homeostático [que es el cansancio tras el gasto energético] con el momento metabólico [nuestro cuerpo se prepara para dormir en la oscuridad]. Combinando estos dos mecanismos, más nuestro comportamiento, somos capaces de conciliar el sueño y permanecer dormidos”, explicó Leticia.

Sin embargo, puede ocurrir que no toleremos muy bien la acumulación de cansancio durante el día y, por tanto, necesitemos tomar una siesta a mitad del día para realizar un poco antes este proceso de reparación del cansancio. “Esto es lo que ocurre con las personas mayores, por ejemplo, que hacen más siestas a lo largo del día porque se cansan con más facilidad”, afirma el neurólogo.

Fuente: Agencia Einstein